lunes, 22 de enero de 2018

La primera vez duele

Te escribo para despedirme.

Me has tronado con la fuerza que me faltó al irme,
cuando sonreía y no era consciente de todo.
Cuando sonreía y no era consciente
de que adiós
significa adiós.

Y no hasta luego.

Me rompiste el esternón de una carcajada
que me hizo más feliz que el mejor de los sueños.
Me dolías,
me aferraba a ti cada noche entre las sábanas
cuando me faltaba el aire.
Tu imagen ha sido la paz
que no he encontrado con los ojos abiertos aquí,

y no sabes qué miedo.

Tranquila, mi amor,
te prometo que no te lloro más.
Solo quiero que me enciendas todas las luces de camino a casa

y que me sonrías cuando cruce a verte.

Te escribo para que estés cerca cuando me desplome,
que ya sabes que soy especialista en no poner las manos,
que me parto la cara,
que me tropiezo con la piedra una vez,
y otra,
y me enamoro de la piedra,

y a matarme con ella.

Hoy solo quiero despedirme con una sonrisa
que sí sabe lo que significa el adiós

y lo empuña tras sacárselo del pecho.


Te quiero, mi niña de ojos grises.

Adiós.


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