martes, 8 de diciembre de 2015

Conjúgame

Amanéceme.
Destroza las mentiras,
rómpeme.
Destruye las palabras,
invéntame.
Huye con un relámpago
y recuérdame,
y recógeme.
Quédate.
Donde quieras,
en la forma de pretérito
o de futuro que prefieras,
anticípate.
Quédate,
como se han quedado nuestros recuerdos 
en mis amígdalas,
por pensarte a gritos.
Como tu olor en mi ropa,
como la posibilidad
de no habernos conocido:
como la infancia de quien se niega
a madurar.

Muérdeme.
Deja de ser políticamente correcta
y arráncame.
Empieza por los miedos.
Llega después a las costillas,
donde guardo las bombas,
y tíralas lejos
para que la mierda no nos salpique
más.

Cántame
tus planes,
susúrrame a escondidas.
Átame los sueños
a la espalda,
para que ellos me persigan.

Escríbeme
mil postales en los párpados,
y llantos en las manos,
y caminos en las piernas,
y canciones en los pies.

Báilame.
Y si lo prometido es deuda,
te prometo que no volveré
a deberte nada.

Hazme de todo,
menos falta.
Porque solo tú
puedes acabar este poema.


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