miércoles, 22 de junio de 2016

Desde el salón de mi casa

No sé por qué, pero cuando me acosté ayer sabía que iba a ser distinto.
Al cerrar los ojos me encontré en un sitio sospechosamente parecido a este.

Una chica con el corazón en una ciudad y los pies en la mía, me ofrecía un abrazo y una sonrisa sincera. Terminó de reír y dibujó un corazón amarillo.

Me acerqué tímida a un muchacho que no dudó en levantarme la cabeza y de la silla, en estirarme los brazos e indicarme un camino cuando estuve perdida entre luces.

Vi a otra chica, con los ojos más soñadores en los que me he reflejado a día de hoy. Me pidió que fuese deprisa a desordenarle la vida, que quería ser brisa en cualquier estación, en cualquier tren que no echara de menos. Y el viaje mereció la vida.

De repente, un chico maravilloso con la voz rota, el pelo desordenado y un poco flaco, me invitó a quedarme a vivir allí. Creo que nunca he tomado una solución más acertada.

La primavera explotó delante de mí, llenándolo todo de flores y música. Comprendí que tenía que darlo todo cuando me propusiera algo porque nadie, nadie, iba a incendiar Troya por mí.

Escuché la voz de una mujer que me apuñaló el pecho. Se rio tanto al dejarme sin aire, que me dieron ganas de abrazarla durante dos vidas más.

El cielo se me abrió a la vez que sus ojos. Te recuerdo, porque creo que ya sabes cómo sigue la frase de la canción.

Anoche escuché una de las melodías más pegadizas. Sin él sé que no aguantaré ni un kilómetro a solas.

También he conocido a un muchacho que tiene claro que piensa hartarse de to' lo que no quiere la gente. Además, da unos consejos anti-resaca que son oro.

He mirado por la ventana y nos he visto tiradas en el suelo, gritando "rocanrol, joder", con una cerveza en la mano y los ojos en Cádiz. Sé que he sido feliz.

Conozco un poco más un barrio, barrio periférico, gracias a otra maravillosa persona que rebosa creatividad por cada uno de sus rizos.

Recordé a Iván Ferreiro mientras cantaba, y seguí embobada cuando me presentó a un mito madrileño, que se me envió por correspondencia.

He viajado a Galicia escuchando su voz cada vez que, hemos compartido risa entre cervezas. Aunque no sea la mujer que yo esperaba, siempre será mi norteño favorito.

Me he mirado las manos y no he visto nada. He mirado a mis lados y he visto que seguían ahí, sentados: mi pequeña vecina musa, la mujer que me acompaña día a día, mis amigos, familia y demás seres queridos que siempre han estado allí apoyando cada paso, apoyando cada salto, apoyando cada caída.

Mañana abriré los ojos y estaré a 2097 kilómetros del salón de mi casa.

Da igual cuando leas esto:
por favor, no dejes que este sueño se acabe
nunca.










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