viernes, 31 de agosto de 2018

Ballestrinque

Hace un año que no hablamos.
Lo sé, soy terrible, pero no he encontrado las fuerzas para hacerlo.
Pienso en ti mucho más de lo que me admito.
Espero que recuerdes nuestra última conversación (a mí me acompañará siempre). Me gustaría haber podido hacerlo antes, pero mi orgullo, tu situación, el miedo. El consuelo de haberlo hecho de la manera más cobarde es una paz estúpida en la que me he cobijado.
¿Sabes? Te recuerdo como si hace doce años fuese sinónimo de ayer. Como si no hubiésemos conocido más que aquellas tardes de miércoles que volaban entre carreras, caramelos y pompas de jabón. Te recuerdo como si mi cabeza quisiera repetir un día tras otro una llamada de seis de enero por la mañana en la que me preguntabas si me había portado bien. Te recuerdo como si fueses a entrar por la puerta a decirme lo rápido que crezco y lo que el Abuelo habría disfrutado si me hubiese conocido.
Hace un año que no hablamos porque no he podido llamarte. Tengo un nudo en la boca del estómago que me lleva apretando desde entonces. Me dice que te diga, que te sueñe, que te escriba, que te hable, que te rece, que haga bizcocho de limón.

Hace un año que te fuiste.

Te recuerdo, créeme:
es imposible no hacerlo.