domingo, 27 de enero de 2013

Quiero volver a tener esa sensación de libertad, como al salir por fin del instituto el último día de curso. Me encantaría ser tan libre como esos acordes de una canción cuando entran por tus oídos y se te clavan en los pulmones, y te hacen estremecer. Sentir como uno a uno todos los vellos de tu cuerpo se erizan al recibir ese único estímulo.
No concibo un mundo sin haberlo probado, y me niego a renunciar a ese éxtasis. Crea más vicio que el chocolate al derretirse en la boca, dejando esas ganas de más, siempre más, hasta terminar la tableta. Esa calma, ese sentimiento de satisfacción total y absoluto, esa música tan perfecta, ese placer, esa razón de vivir. Y el ansia de buscar siempre más y más, hasta que el que se prometía inagotable cae rendido. Y conseguir descansar esa noche mejor que nunca porque estás tan cansada, tan a gusto, tan bien, que nada puede perturbarte. Dormir con sueño es, quizás, el único placer que pueda asemejarse a este que describo, quedando aun así muy por debajo. Es la perfección, y es mi meta.

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