lunes, 23 de marzo de 2015

Siempre serás la mejor manera de besar que existe.

La primera vez que la vi
ya no la llamaban Luz.
La habían manchado y descosido,
era un espantapájaros de hojalata
cobarde y sin corazón.


Para mi desgracia
no me buscaba a mí.
Tenía las ganas de dormir
y el insomnio tatuado.
Registraba mis bolsillos
en busca de sexo
con los nervios propios del impaciente.

Para mi fortuna
era maquiavélica.
Sus aristas pinchaban mis dedos
mientras ella,
impasible,
se afilaba las uñas en mi espalda.
El fin último era el diluvio,
y hacía tiempo que no tronaba.

La última vez que la vi
por fin la vi.
Real, lluvia.
Habíamos naufragado
y el mar nunca fue tan dulce.








«No miento si te confieso que, a veces, solo a veces, me permito acordarme de ti cuando el termómetro marca bajo cero, y conjugarte con mi entrepierna y el vapor de un baño en el infierno. Y, entonces, la cama abrasa y un millar de mariposas suben desde mis ingles y se instalan en mi vientre, y yo solo puedo dejarme las uñas en las sábanas mientras te pienso.» Elvira Sastre. 





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