jueves, 6 de noviembre de 2014

B

Has desatado al dragón, has pasado todas las barreras. Te has metido dentro, y has abierto un agujero en mi pecho que solo tú puedes tapar. Tapar... Como después de llevarte al cielo, cuando te entran esas ganas de encogerte y dejar que te abrace hasta que te quedas dormida por momentos. Hazte la dormida mientras bajo la escalera de ocho peldaños de tu cuello, déjame ser libre en tu espalda.
¿Ves? Si es que me tienes el seso comido... Y no solo el seso. Dime qué te hace ser invencible y a mí tan vulnerable a cada uno de los aspectos de tu encanto. Has colonizado mi cerebro y no pareces tener intenciones de darme la independencia, aunque creo que ni siquiera la quiero. Es que afuera hace frío y estoy muy a gusto en el protectorado de entre tus piernas.
Definitivamente, se me va la cabeza. No sé de qué manera consigo enlazar ideas y pensamientos hasta que me llevan a tu cama. Tu cama... Ese lugar que, a tu lado, se convierte en el Olimpo incapaz de ser descrito, si quiera, por el mejor de los poetas. 

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