¿Ves? Si es que me tienes el seso comido... Y no solo el seso. Dime qué te hace ser invencible y a mí tan vulnerable a cada uno de los aspectos de tu encanto. Has colonizado mi cerebro y no pareces tener intenciones de darme la independencia, aunque creo que ni siquiera la quiero. Es que afuera hace frío y estoy muy a gusto en el protectorado de entre tus piernas.
Definitivamente, se me va la cabeza. No sé de qué manera consigo enlazar ideas y pensamientos hasta que me llevan a tu cama. Tu cama... Ese lugar que, a tu lado, se convierte en el Olimpo incapaz de ser descrito, si quiera, por el mejor de los poetas.
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