miércoles, 25 de septiembre de 2013

This way

Tristes, abandonadas y olvidadas. Así quedan las utopías que escapan a nuestro entendimiento y que, cada noche, como condena impuesta por los dioses, inundan de nuevo nuestra psique y nuestra habitación. Fuertes, como caballo desbocado, desenfrenadas y locas, juegan con la realidad material de las cosas y me hacen dudar de todo.
Entonces despierto, miro a mi alrededor y descubro que, para mi desgracia, no hay nada de lo que quince minutos antes abarrotaba mi espacio vital de una manera brusca y tosca. No queda nada. “¿Es esta la verdadera realidad?” - Me pregunto, mas no hay respuesta. ¿Cómo saber que la realidad que vives es fiable, y no un simple sueño? Ah, sueños... Sueños que, como las hojas de los árboles en otoño, marchitan y se precipitan hasta el suelo, para ser empapados y pisoteados por otros. ¿Es justo acaso ese destino para lo que creímos que era lo mejor? Siéndote sincera, se me quitan las ganas de soñar y crear nuevas utopías en las que el mundo es diferente cuando sé que más tarde pararé a contemplar mi obra y no habrá séptimo día, ni descanso, ni obra que contemplar. Simplemente no habrá nada. Quizá soñar despierta sea la opción más factible, ya que sé que, al mirar a mi lado y ver que sólo quedan los escombros de lo que una vez fue y nunca más será, me ayudarás a crear con ellos un muro a la realidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario