martes, 1 de octubre de 2013

Mi conflicto con el tiempo

Como Caperucita Roja, huyendo del lobo feroz que es la realidad y la certeza, que vienen detrás aprisa con el único objetivo de hacer los días más cortos y con ellos, mi juventud. Con la tranquilidad que inunda mi vida en verano, con la enajenación que sufro cuando el agua tapona mis oídos y quedo sorda, oyendo mi respiración y sintiendo mi pulso, sola. Diluvia mientras camino por la calle.
Lágrimas de ángeles inundan la ciudad, inundan igual Santiago que Cádiz. La lluvia desbasta las astillas que quedaron sin pulir cuando mi madre tuvo que dejar de prestarles atención por trabajar para un sistema asesino. Llueve, y el agua actúa como lija incansable en mí, tanto física como mentalmente. Me hace pensar si es casualidad todo lo que ocurre o está realmente todo planeado. ¿Dependemos de nosotros mismos realmente? ¿Existe el principio único que lo mueve todo? ¿Cómo puede mi pensamiento estar tan candente estando mi ropa tan empapada? Definitivamente tengo un resfriado mental.
Los minutos pasan lentamente y, sin embargo, las estaciones vuelan. No me he dado cuenta siquiera y ha empezado el otoño sin estar yo preparada. No he decidido aún la banda sonora de mis días, tengo escasez de imaginación musical y por tanto un vacío imposible de llenar con palabras. No tengo aún un libro de cabecera. El tiempo pasa, sin embargo, y por mucho que le pida una y otra vez que se detenga  no sólo no lo hace, sino que el lobo cada vez está más cerca.

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