domingo, 16 de noviembre de 2014

Casa

Parecía que nunca iba a llegar. Llegué, incluso, a tenerle miedo. Sin embargo llegó, y no ha podido conmigo, mucho más, gracias por llegar. Poco a poco vas creciendo y aprendiendo que no hay que tenerle miedo a los cambios, ni al futuro, ni a no encontrarte. ¿Es esta transformación del día a día, de la rutina, de los pensamientos y de la costumbre a la que tanto temía? Por favor, qué idiota he sido todo este tiempo.

He aprendido que las semanas pueden empezar los domingos, que en unas horas puedo cambiar de signo toda una jornada, que los días lluviosos también pueden ser una maravilla, que una sonrisa puede abrigar más que un edredón. He aprendido, en definitiva, que las cosas pueden cambiar muchísimo en un año, que un sábado pasa a ser domingo y que incluso el picante sabe dulce en tus labios. Empecé el día con el 16 en la espalda para no perder la costumbre, pero me he dado cuenta de que las costumbres son, en cierto modo, para mejorarlas y cambiarlas.
El tiempo no cura, ni hace sentir mejor, ni ninguna de esas mierdas que suelen decirse: el tiempo sirve para madurar y encontrar tu sitio. Por suerte, creo que he encontrado mi hogar.

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