lunes, 22 de julio de 2013

Cuarto movimiento


Suena la sintonía del informativo de las 2. Escalofríos comienzan a llenar tu cuerpo, a recorrer tu espalda, a acabar en la punta de los dedos de tus pies llenándote de miedo, de incertidumbre, de ver qué patraña se habrán inventado hoy para crear cada día más adeptos a su forma de ver, maquillar y enseñar el mundo. Un nuevo atropello a la dignidad de las personas entra por tu oído y te sienta como un jarro de agua fría en pleno invierno. Te quedas congelado frente a la televisión.
“No puede ser” piensas, pero sí, y no es sólo que pueda ser, sino que precisamente tú has permitido que sea así. Creo que no existe decisión de la que te hayas sentido nunca más arrepentido que de haber introducido ese veinte de noviembre precisamente ese sobre con la paloma en la urna. Has visto como los derechos de los que estaban a tu alrededor han ido menguando con el paso de los días. Te has dado cuenta de cómo mintieron, de cómo otros cayeron en la trampa como cervatillos, de cómo se metieron en la boca del lobo ellos solitos. Lo peor de todo es que no hiciste nada. Hoy son tuyos los derechos que se ven afectados, hoy es tu hija la que no podrá tener acceso a una sanidad pública y de calidad, hoy eres tú el que tendrá que gastarse lo que no tiene para educar a sus nietos, hoy la bomba también ha arrasado tu casa: hoy ya se llevaron a todos los que podían gritar contigo por parar esto. 

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