A veces se nos
hace inevitable desear que el tiempo no pase. Pedimos una y otra vez a los
Magos de Oriente una máquina del tiempo con capacidad de pararlo y a veces ni
sabemos para qué. ¿Será que no queremos resignarnos a hacernos mayores?
Hace algún tiempo mi padre me decía lo diferente que serían estas navidades de cualquiera de las anteriores, porque leyendo las cartas destinadas a los Magos sus ojos no se habían visto abrumados por nombres de incomprensibles juguetes parlantes, de piezas pequeñas (que pudieran quedarse escondidas en las esquinas del salón y que seguro saldrían de su escondite para ser pisadas justo esa mañana en la que, sin venir a cuento ibas descalzo) o colores chillones. Nada de nada. ¿Será entonces que crecimos?Una vez más me niego a aceptar la frialdad con la que la realidad parece querer imponerse, y la crueldad con la que la sociedad nos insta a dejar atrás los años de ilusión y acostumbrarnos a un crudo, solitario y duro invierno. Una vez más, en vuestra compañía (y espero que durante muchos años más) quiero celebrar con vosotros que aún se escucha el cascabel. Feliz Navidad.
Hace algún tiempo mi padre me decía lo diferente que serían estas navidades de cualquiera de las anteriores, porque leyendo las cartas destinadas a los Magos sus ojos no se habían visto abrumados por nombres de incomprensibles juguetes parlantes, de piezas pequeñas (que pudieran quedarse escondidas en las esquinas del salón y que seguro saldrían de su escondite para ser pisadas justo esa mañana en la que, sin venir a cuento ibas descalzo) o colores chillones. Nada de nada. ¿Será entonces que crecimos?Una vez más me niego a aceptar la frialdad con la que la realidad parece querer imponerse, y la crueldad con la que la sociedad nos insta a dejar atrás los años de ilusión y acostumbrarnos a un crudo, solitario y duro invierno. Una vez más, en vuestra compañía (y espero que durante muchos años más) quiero celebrar con vosotros que aún se escucha el cascabel. Feliz Navidad.
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