viernes, 21 de junio de 2013

Sueño

El tiempo se resbala del segundero del reloj. Tú, tan hermosa como entonces, cuando te vi por primera vez, negando a los mortales la llama de tus ojos para regalarles la bella estampa de un ángel caído, durmiente, perfecto, como un cuadro. Los minutos pasan, y forman arrugas y polvo en la realidad que antes creíamos ficticia, que no era nuestra, esa realidad a la que sólo aspirábamos en sueños y cuya perfección se desvaneció al conseguir llegar a ella.
La verdad, ese cristal roto, cortó la imaginación y con ella mis alas, y me vi relegada a este mundo material, donde no caben ni las ideas, ni los sueños. Los minutos se hacen días sin ti, y el polvo me cubre hasta las pestañas de unos ojos que cerré al jurar no querer volver a ver nada que no fuera tu rostro, la tranquilidad, mi calma. De repente y sin ningún tipo de aviso previo, una luz cálida, celestial, irrumpe en mi mundo. Pretende obligarme a abrir los ojos, ¿qué se habrá creído? Si no sucumbí a los cantos de sirena que prometían y perjuraban acabar con mi dolor, no sucumbiré a ella. Abro los ojos. El polvo sale volando con una brisa fresca, propia de la primera mañana de verano. La luz se apaga. Veo sólo un espejo, en el que únicamente se distinguen dos siluetas. Puedo reconocerme, pero, ¿y la otra? Decido volver a cerrar los ojos, la realidad no me interesa. De pronto siento cómo tus labios me besan, lento, suave, dulce. La vida vuelve a mí. Te estaba esperando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario