jueves, 28 de noviembre de 2013

Caminante, sí hay camino: mi nuevo camino es su andar

Llega el invierno.
La época de luces, de regalos,
de sombras de abrazos.


Desechamos completamente
la idea de vivir en ausencia de tus besos,
de tu olor.
Desterramos el vacío resultante de tu marcha,
y nos dejas detrás de ti:
somos cachorros que buscan una caricia.

Hueles a primavera.
Haces fluir mi sangre
como agua procedente del deshielo
que en mí provocan tus ojos.

Tus ojos de lunes resfriado,
de noches soleadas,
de café descafeinado,
el primer beso de la mañana.

Triste deshecho del mundo
con las rodillas arañadas,
de la última calle vagabundo,
el horizonte sin ti, ya no es nada.

Decidimos perseguirte,
rogarte por lo más sagrado
(a veces hasta herirte)
con palabras que golpean,
y tornan la expresión de tu rostro:
de lo más bello a lo más triste.

Es entonces cuando te vas
y no puedo retenerte,
tu deseo es mi martirio
y tu pensamiento mi muerte.
Mas, no muy lejos,
queda la tarde en que volverás,
como un recuerdo lejano,
como quien, al despertar,
olvida sus profundas pesadillas
y se decide a soñar:
hoy es siempre todavía,
y hay mucho que recordar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario