miércoles, 16 de diciembre de 2015

Amy

Por mucho que lo intentes,
un abrazo tuyo 
jamás será como uno de Amy. 

Nos helábamos en una ciudad
que no conocía el frío.
Había tormentas en sus ojos,
y cascadas de dolor,
de injusticia,
de impotencia.


Tratarás de convencerme, 
pero tu dolor 
jamás me destruirá como el de Amy.

Deseé con todo lo que pude,
–que no eran fuerzas–
que sus manos fueran garras:
ojalá le hubiera arrancado
a ese desgraciado aquello
de lo que siempre careció.


Te veré morir, 
pero tu desaparición 
no será inmortal, 
como la de Amy. 

En los últimos estertores,
la vi cubrirse de niebla gris.
La recuerdo tatuando canciones
a Corazón,
en una piel que ya no era suya.
Porque no era capaz
de recapitular
todas las noches que Coldplay
imprimió tinta en su inconsciente.


Entonarás para mí 
canciones que me enamorarán, 
y que no habrán escuchado latir
el corazón de Amy. 

Su tristeza fue la mía.
Míos sus llantos,
sus muertes,
sus pesimismos,
sus "voy a tirarme desde el vértice
de una lágrima, y no quiero que vengas".

Y será tarde,
y estaré lejos,
y tendré otro nombre.
Y otra ciudad
no conocerá el amor,
porque nunca habrá tenido a Amy
para abrazarla.






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