miércoles, 24 de abril de 2013

Buenos días

Me despierto, miro el reloj, y me doy cuenta de que llego tarde. Salgo de un salto de la cama, y me extraña no oler a ti, me extraña mucho, sinceramente, pero no tengo tiempo de pararme, así que más volando que corriendo me preparo un café y salgo de casa como alma que lleva el diablo. Llego a clase, y, extrañamente, nadie me pregunta por ti. Recuerdo que no le he dado los buenos días a mi primera dama de la república e intento hablarte, pero tu número no aparece.
Por suerte me lo sé de memoria, así que vuelvo a meterlo en la memoria interna del teléfono pensando que es sólo un error más de los que comete a diario. Trato de nuevo de escribirte, aun sin suerte, porque el servicio de mensajería me informa de que no existe tu teléfono. Todo me resulta muy raro, pero no puedo dedicarle más tiempo del que le estoy dedicando, debo concentrarme. Termina mi jornada y salgo rápido de clase, pensando en lo que te he echado de menos hoy, y en lo raro que es que nadie en absoluto me haya preguntado por ti, y que tú no me hayas hablado. ''Supongo que estará ocupada'' pienso, y vuelvo a casa desilusionada. Acaba el día y me he pasado toda la tarde buscándote, sin suerte, una vez más. Me acuesto en la cama y no llegas, y alcanzo un sueño entre lágrimas, pensando de nuevo en que quizás no existas, y lo que he considerado realidad durante todo este tiempo no sea más que un sueño.
Abro los ojos. No me molesto siquiera en respirar hondo, ni en observar dónde me he despertado, anoche llegué a la conclusión de que eras una mera ilusión de mi mente, y desilusionada y muerta me dirijo a prepararme un café que me haga resucitar. Hoy, no sólo no te encuentro a ti, sino que tampoco encuentro la cafetera. ¿La tirana realidad me ha desvalijado y no me he dado cuenta?. Camino hacia el salón, y de repente, ahí estás. Abro los ojos, te miro, sonrío, vivo. 

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